12 diciembre 2011
Rastro de Dios y otros cuentos

Por: Miguel Jiménez 3ºA
Había una vez unos ángeles que ayudaban a Dios. Había uno muy chiquitín que no sabía volar. Cuando Dios empezó a hacer el mundo, al cuarto día les pidió a los ángeles que pusieran las estrellas en el cielo. En la mano Dios faltaba una estrella, un ángel le dijo dónde tenía que poner esa estrella, pero Dios le dijo que la dejara para luego. Rastro de Dios, que era el ángel pequeñito que apenas podía volar, cogió la estrella y se quedó sentado: Siempre se quedaba sentado porque le pesaba demasiado la estrella, así que los otros ángeles empezaron a llamarle “el sentao”. Y cada vez que pasaban por donde estaba Rastro de Dios le contaban lo que había creado Dios en el quinto, el sexto y el séptimo día. Un día, Dios dijo que iba a hacer que naciera el Salvador, que se llamaría Jesús y que Él sería su hijo. Cuando faltaba muy poco para que naciera Jesús, los ángeles estaban preparando su nacimiento y San Miguel, que era el jefe de los ángeles, iba a mirar su lista para ver cual iba a ser su última tarea para el nacimiento de Jesús. Vieron que la última tarea era guiar a los reyes magos hasta el portal de Belén con una estrella. San Miguel consiguió recordar que era Rastro de Dios quien la tenía, así que cuando lo encontraron le dijeron que tenía que llevar la estrella al portal de Belén. Cuando Dios miró a Rastro de Dios, éste sintió que sí que iba a ser capaz de volar con la estrella. Y así fue, voló llevando la estrella que guiaría a los reyes magos hasta el portal de Belén. Rastro de Dios se sintió muy feliz, porque por fín había sido útil a los demás. Lo recomendaría porque me gustó mucho cuando Rastro de Dios consiguió volar con la estrella.